El debate sobre Papel Prensa. La izquierda entre la entomología y el pensamiento crítico. Un texto de 2010 que mantiene su vigencia


Como parte de un enfrentamiento que se blanqueó en el 2008, con motivo del conflicto por la resolución 125 de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias, pero que se remontaba al modo de resolver la crisis de diciembre de 2001, y aún más, posiblemente a los finales del ciclo de golpes de estado (1930/1983), la presidenta presentó el informe “Papel prensa, la verdad” que considera la compra de las acciones de la empresa Papel Prensa en manos del grupo Graivier por parte de los diarios Clarín, La Nación y el desaparecido La Razón (“heredado” por el mismo grupo Clarín) como parte del accionar del Terrorismo de Estado, por lo tanto delitos de lesa humanidad pasibles de ser investigados y castigados…

Ante la denuncia, y el enfrentamiento con el grupo Clarín, la Nación y la oposición parlamentaria de derecha, una parte de la izquierda vuelve a asumir la postura que tuvo ante otros momentos, pocos lamentablemente, en que el gobierno nacional asume alguno de los reclamos históricos de las fuerzas populares y de izquierda o se hace cargo, siempre a su modo –obviamente- de fragmentos del discurso histórico de la izquierda.

Como si no fuera un sujeto político, y por lo tanto obligado a tomar partido, definirse, asumir posiciones de impulso o rechazo de las propuestas de otros sujetos políticos (que eso es el kirchnerismo), agarra la lupa y examina detalladamente los gestos o las palabras, sean estas la 125, la asignación que el gobierno llama universal, la estatización de las Gestoras Privadas de las Jubilaciones o Aerolíneas, la Ley de Medios, el modo en que se celebró el Bicentenario, el impulso a la integración latinoamericana tras la derrota del Alca (enterrado en Mar del Plata, como dijo entonces el Comandante Chavez), etc. y ahora el informe “Papel Prensa, la verdad”.

Descubre entonces, y lo proclama como si fuera un gran descubrimiento, que el Kirchnerismo expresa un proyecto político de relanzamiento del capitalismo argentino, hundido en el más hondo de los pozos por la crisis del 2001 que siempre conviene tener como referencia real del presente político, que pretende representar el ciclo de bonanza burguesa proveniente de la sojización del agro, de la reprimarización de la economía en condiciones excepcionales de valorización de los comoditties producidos en la Argentina por la demanda de economías emergentes como la China o la brasilera; y que para lograr su objetivo de darle estabilidad al ciclo burgués de desarrollo y representatividad a los millones que dejaron de creer en la vieja política hundida con la experiencia menemista y de la Alianza, disputa al interior del bloque de Poder con otros proyectos políticos, con menos voluntad de autonomía relativa en las relaciones internacionales y menos dispuestos a la heterodoxia con el modelo neoliberal en su formato clásico, y ya fracasado, digamos de paso.

Aplica la lupa sobre la resolución 125 y sólo ve el objetivo de financiar la gobernabilidad y pierde de vista el debate sobre el papel del Estado en la economía; la mueve hacia la estatización de los fondos jubilatorios o Aerolíneas y sólo ve la maniobra empresarial de correrse de empresas inviables o cuasi fundidas y no ve la ruptura con el discurso que empezó Videla de “achicar el Estado para agrandar la Nación”; mira hacia la llamada asignación universal y encuentra que quedan fuera de ella miles o cientos de miles de niños y no ve el  retorno de un clásico del modelo de acumulación peronista que es aumentar la demanda por medio de acotadas y controladas formas de ampliación de la parte de la riqueza que va a parar a manos de las clases subalternas como alguna vez hiciera con el aguinaldo o el Estatuto del Peón Rural; examina Unasur, el proyecto del Banco del Sur o la condena al golpe de Honduras y lo caracteriza como formas burguesas de integración en las que se favorecen los sectores más concentrados y poderosos de la economía en el aumento del comercio regional y no ve el ocaso de la O.E.A. que ni siquiera propiciando el retorno de la Cuba expulsada en los 60, y por eso denostada por Fidel como el Ministerio de Colonias de los EE.UU. para América Latina, se salva de una lenta muerte que dificulta el ejercicio de la hegemonía yankee en la región.

Y ahora, ante el informe Papel Prensa, casi como lo hizo con el debate sobre la Ley de Medios, solo ve en el discurso y los gestos gubernamentales la intención de construir su propia capacidad de hegemonía cultural por medio del monopolio mediático.

Immanuel Wallerstein, un excelente historiador y pensador norteamericano contemporáneo, ensayó alguna vez un ejercicio teórico que bien nos viene al caso en debate; decía él que si uno observa, con una lupa si así quieren, el Río de la Plata entre 1806, año de la primera invasión inglesa y 1816, año de la proclamación de la Independencia Nacional, pensaría que está ante un proceso de liberación nacional; pero si amplía el periodo de tiempo y lo extiende hasta 1896, es decir que si uno examina el Río de la Plata entre 1806 y 1896, difícilmente crea que hubo un proceso de liberación nacional sino el reemplazo de una hegemonía imperial, la española por otra, la inglesa y el paso de una forma de dominación, la colonial a la neocolonial.

Es que para entender el sentido verdadero de los fenómenos sociales no sirven la lupa o la maquina de fotos, hace falta pensar en proceso históricos prolongados que no pueden representarse por una foto sino más bien por la técnica cinematográfica que puede mostrar en sucesivas imágenes transformaciones sociales que requieren de largos periodos.

Por ejemplo, puestos a reflexionar sobre el informe Papel Prensa, yo prefiero empezar por señalar una contradicción insalvable para el régimen político argentino, la llamada democracia representativa y para el pensamiento liberal en cualquiera de sus formas, incluidas las más avanzadas, y es el tema de la continuidad jurídica de los actos de las gobiernos de facto, dictaduras que siempre fueron cívico militares, en los gobiernos electos bajo la forma constitucional.

El 6 de setiembre de 1930 se produjo el primer golpe de Estado, se tumbó a un gobierno electo bajo formas constitucionales, el de Irigoyen, y se lo reemplazó por uno impuesto por la asonada de setiembre.  La tradición liberal había proclamado cien años que nada legal puede surgir de un acto ilegal, sin embargo puesto ante la disyuntiva, la Corte Suprema de entonces decidió considerar legítimos los actos de aquel gobierno no electo constitucionalmente y de allí para aquí, cada vez que una dictadura concluía su misión o fracasaba en ella y debía abandonar precipitadamente el gobierno, el electo constitucionalmente que lo sucedía proclamaba la “continuidad jurídica” de los actos consumados por el gobierno ilegal que le antecedía y en todo caso, retocaba una que otra ley.

También ocurrió así al terminar la última dictadura militar y así fue que no solo nos quedó de regalo la llamada Ley de Medios, que felizmente ha sido reemplazada por una discutida parlamentariamente, sino que también heredamos la Deuda Externa contraída por la dictadura para sus proyectos represivos y de gobierno así como la contraída por empresas, por caso la metalúrgica Acindar que tenía como director a un señor que llegaría a Ministro de Economía y se llama Alfredo Martínez de Hoz; la liquidación de la legislación laboral, que aún no ha sido repuesta del todo, y una batería de leyes/decretos de la Junta Militar que liquidaron cien años de conquistas laborales y sociales.

Entonces, lo primero que se me ocurre decir ante el informe Papel Prensa, es que no solo la compra de las acciones del grupo Graivier por Clarín es ilegal por haberse realizado bajo coacción dictatorial, sino que es ilegal la Deuda Externa y toda la labor pseudo legislativa de la llamada Comisión de Asesoramiento Legislativo, la CAL, que reemplazó al Parlamento.

Impulsemos entonces la investigación de la apropiación de Papel Prensa por el grupo Clarín y la familia Mitre, pero también pongamos bajo la lupa la deuda externa y declaremos nulas, por origen dictatorial todas las medidas impulsadas por la dictadura, aprobadas por la CAL, que aún perduran de manera pura o modificada.

Lo segundo que se me ocurre decir ante el debate abierto sobre Papel Prensa es que se confirma una de las hipótesis centrales del pensamiento marxista, contenida en su obra cumbre El Capital: la idea de que el proceso de acumulación capitalista transcurre por mecanismos económicos, que tienen su eje en la extracción de plusvalía o la imposición al trabajador asalariado de una jornada que excede la necesaria para crear el nuevo valor que le reconocerán en el salario, pero que siempre intervienen “mecanismos extra económicos” que constituyen el principal modo de acumulación originaria como genialmente escribió Marx en el capitulo XXIV del Tomo 1 de El Capital:  “El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de Africa en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista….En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia. En la economía política, tan apacible, desde tiempos inmemoriales ha imperado el idilio. El derecho y el «trabajo» fueron desde épocas pretéritas los únicos medios de enriquecimiento, siempre a excepción, naturalmente, de «este año». En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos…” antes había afirmado que “el capital viene al mundo chorreando barro y sangre”.

¿Y cuál es el origen de la propiedad privada de la tierra, el origen de las grandes estancias cuyos dueños formaron la Sociedad Rural en 1866, sino el exterminio de los pueblos originarios y la conquista del llamado desierto que despobló Roca con su Campaña genocida?

¿Y no es espurio el origen de la propiedad de Y.P.F./Repsol, de las empresas telefónicas, de los ferrocarriles privatizados y en general de todas las empresas surgidas por la rapiña menemista de los 90?, claro que sí; vamos pues a recuperar las acciones de Papel Prensa de las manos manchadas con sangre de los Magnetto y los Mitre, y vamos también a recuperar las acciones de todas las empresas privatizadas manchadas con la misma sangre; nuestra sangre, digo, la sangre de nuestros treinta mil compañeros desaparecidos.

Porque el debate sobre Papel Prensa nos tiene que permitir superar la falsa imagen de que “hubo una dictadura militar que tuvo cómplices civiles”, como si éstos hubieran sido socios menores del Genocidio y entender, de una vez por todas, que un Genocidio es justamente el exterminio de un grupo nacional para reorganizar radicalmente un país en beneneficio de un «grupo nacional», de un conjunto de sectores y fuerzas militares, grupos económicos, intelectuales, comunicadores, religiosos, políticos y sindicalistas, constituidos en un bloque de Poder al que es al que hay poner en el banquillo de los acusados en los juicios por los crimenes del Terrorismo de Estado y en el debate cultural hacia los sectores más dinámicos de la sociedad para ir hasta el fin de la lógica que insinúa, acaso sin saberlo siquiera, el informe Papel Prensa.

Los intelectuales de derecha, no importa si son abogados defensores de las grandes empresas y de los genocidas o comunicadores, o políticos, o ejecutivos de las grandes empresas extranjeras o nacionales, comprenden o intuyen lo que están en juego y asumen una posición de clase admirable: cierran filas en torno a Clarín ya que temen lo que vocifera Lilita (¿que le habrán visto de atractivo político algunos compañeros?): “si cae Clarín, caemos todos”.

Difícil que sea para tanto, pero conviene recordar que uno de los cambios que trajo la década neoliberal fue en la composición del bloque de Poder, en la correlación de fuerzas entre sus componentes y en el rol fundamental que la comunicación adquirió en la dominación. No será el fin del Poder real, pero seguro que un fuerte contratiempo para ellos.

No somos ingenuos pero tampoco nos subimos al primer colectivo que pasa levantando la bandera de “abajo el gobierno”, o en este caso, “son todos iguales, que los juzguen a todos” en un remedo demasiado parecido a la Teoría de los Dos Demonios

Es que nosotros aprendimos en la lucha por Memoria, Verdad y Justicia que el Genocidio como momento fundacional del neoliberalismo resolvió dos tareas al mismo tiempo: debilitó seriamente al movimiento obrero y popular, a los proyectos transformadores que pugnaban por la Patria Socialista, y por eso los desaparecidos, los centros clandestinos, las cárceles, las listas negras en las empresas, el exilio, el apagón cultural , etc. pero también abordó la cuestión de golpear, y no solo económicamente, al sector burgués que había apostado al desarrollo del mercado interno con Gelbard y la C.G.E. (la Confederación General Económica, que en los 60 alcanzó gran desarrollo y representación de vastos sectores medios) que propugnaba otro modelo de desarrollo capitalista, con más importancia del mercado interno y con más autonomía de los centros del Poder Mundial, no importa lo ingenuo o impracticables que hoy nos resulten tales planteos burgueses/setentistas.

Luego del anuncio de la Corte Suprema del carácter irreversible de los juicios por delitos  de lesa humanidad, y sobre todo luego del Informe Papel Prensa, Clarín, La Nación, Ámbito Financiero y sus reproductores audiovisuales han lanzado una campaña virulenta tratando de reinstalar la teoría de los Dos Demonios y un discurso del tipo: “bueno, ya que va a haber juicios, que sean contra todos, y que también sean juzgados los subversivos” (Moreno Ocampo, Gil Lavedrar y otros en La Nación del 14/08/2010) que ahora se potencia, y que lamentablemente  es ayudado desde algún discurso de izquierda, que cómo acerca tanto la lupa, solo ve disputas entre grupos de poder, olvidando que los grupos económicos que quedaron al lado de la dictadura fueron los de Clarín y los Mitre y que los Gelbard, los Graivier y otros como ellos, fueron expropiados, algunos presos y otros obligados al exilio.

Si alejamos la lupa, entonces veremos que se consumaba un cambio de modelo de acumulación o de régimen de plusvalía o de modelo de desarrollo capitalista y el afirmar que todos eran y son iguales, solo enturbia el entendimiento de lo que realmente ocurrió y de lo que hoy está en disputa.

Es que asumir de raíz la tradición del pensamiento crítico en la que nos formamos requiere volver al debate de Marx con Feurbach acerca de los deberes del bien pensar;  los que eligen la lupa para mirar los proceso sociales no solo le erran en el instrumento científico de observación, también se ponen del lado de los que solo les interesa comprender el mundo y la realidad, cuando de lo que se trata decía el viejo Marx, es de transformarlo, y para ello hay que meterse en el barro de la realidad para impulsar iniciativas propias, de construcción de subjetividad popular y de constitución de un sujeto que solo será en la lucha real, combatiendo contra los enemigos reales porque nunca el camino de la liberación fue una ancha avenida por donde se avanza rauda y recto; más bien todo lo contrario, en medio de miles de curvas y desvíos, se hace camino al andar.

Y en esa senda nos encontrarán.

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